viernes, 1 de julio de 2011

70 VECES 7.

Quien dice que ama a Dios y no lo ve, y no ama, a su hermano a quien ve, es un…


Perdón…

y solo hay silencio.

Perdón has dicho y no tengo respuesta…

Solamente mi mirada, y tu mirada,

Miradas enfrentadas,

la mía fulminantemente agresiva, la tuya solemnemente desconfiada,

Miradas plenas de soberbia contenida, de odio y rencor ni siquiera escondidos.

Perdón, has dicho,

y, silencio es la respuesta.

Perdón, perdón, perdón, es un eco abusivo instalado en mi mente. Y es:

Perdón, el estímulo que suelta los resortes, que lanzan el rencor y la ira acumulada, y toda clase de sentimientos, aprisionados y encerrados, en algún pequeño rincón escondido, de este corazón, agobiado, por esa piel de piedra, y repleto de amargura.

Perdón has dicho,

¿Te parece suficiente?

Que apenas esas seis letras y tan pequeña palabra, sean suficientes, para aliviar el inmenso dolor producido.

Perdón has dicho… Y esperas, que cual tecla de computadora, inmediatamente se supriman los recuerdos y las secuelas de dolor que todavía me lastiman.

Perdón me dices,

y, solo he podido sentir en tu mirada, escondidos los restos de una mentira disimulada.

Perdón, perdón y para aumentar mi dolor, escucho nuevamente perdón.

Muy apenas, puedo asimilar esta sorpresa, la de encontrarme con lo inesperado.

Tú pidiendo perdón… si, pidiendo perdón, pero, tu gesto desafiante, me muestra, que solo estas “diciendo perdón” y no lo estas pidiendo.

Es tu mirada delatante, un video de mal gusto, que solo muestra tú lucha interna, por tener que hacer, lo que no quieres hacer, por hacer lo que no sientes.

Y, entonces me pregunto:

¿Y así, que valor tiene pedir perdón?

Yo, por lo menos estoy convencido que jamás te pediría perdón, yo no pido perdón; Si, ya se lo que estas pensando, no me digas nada, dejémoslo así, que únicamente puede ocurrir, que crezcan mis recuerdos mas ingratos y mi rencor, ¿acaso te crees con la altura moral, para reclamar, mi incongruente sentido cristiano?

¿Quién crees que eres?

¡Instrumento de dolor encarnado!

¿Quién te crees?

¡Envidia materializada!

¿Qué eres?

Rencor, maledicencia y chisme, trinitaria violencia enquistada en tu vida; lugares comunes donde escondes y guardas, la altanería, la incomprensión y tu propia ausencia de perdón.

Perdón, me has dicho,

y no comprendo, porque tengo que admitir, que no lo acepto.

Perdón me dices y se repite perdón.

Ya tengo en mi, una feroz lucha interna, que me repite y se repite: perdonar yo, perdonar yo; realmente no lo se, o la mejor quizás te pueda hacer el favor, pero eso si, en el dado caso, que lo dudo ocurra, y decida aceptar perdonarte, te debe quedar bien claro que:

¡Te perdono, pero, no olvido!

De repente, regreso a la realidad y me doy cuenta, que estoy enfrente del espejo, y he dialogado con mi propia imagen.

Y este interesante momento dialogante, es interrumpido por una lejana oración:

…perdonando, es como nos perdonas y naciendo en ti, nacemos a la vida eterna.

Y tú querido oyente: ¿Cómo es tu perdón?

Parábola para vivir. 13/ Marzo /2011.